jueves, 9 de mayo de 2013

Mis memorias no valdrán nada

Sé que al escribir mis memorias
no conseguiré hacerme rico.
Puedo contar muy pocas cosas que vendan.
No conozco -o que era muy niño-
el silencio de un cementerio
que queda después de la muchedumbre.
En mi vida jamás le he salvado la vida a nadie,
ni siquiera a una mosca.

Tampoco he visto más mundo
que el que me ha pasado rozando
por tres o cuatro vecindarios.
Nunca fui de putas
-supongo que por miedo-,
llegué tarde a la era de Acuarius
y, cuando ya me tocaba ser bohemio,
compré una hipoteca completa
con su vida doméstica y domesticada.

Como soy un inútil total
-y conservo perfectamente
la humillación y los documentos que lo acreditan-
nadie entendió por aquel entonces
las objecciones de mi conciencia,
que es de poco militar en ninguna parte.

Los grises cambiaron de color
antes de que yo supiera correr delante de alguien.
Tampoco puedo contar
                                  -y toco madera-
enfermedades terribles,
noches de cárcel o borracheras...
Ni hice los méritos suficientes
para obtener de una chica
ese asombro con un punto de envidia
que dan algunos actos de amor
o de deseo
-y que nunca parecen ridículos
cuando los hacen los demás.

No he vivido ninguna guerra,
ni siquiera la del divorcio
-aunque desde entonces mantengo
un cierto temblor por debajo de las uñas
cuando firmo documentos triplicados.

Cero orgías en mi marcador aunque experto
en sexo solitario.
Pocas historias de amor ajeno
y muchas de amor propio frustrado.

Yo sé que mis memorias
nunca valdrán nada
porque mi biografía no contiene emociones fuertes,
mis perversiones y traiciones
son de lo más mundanas,
y mi único exilio es éste interior
en el que tanto tiempo llevo metido
que acabaré por confundirlo con una patria.

Ninguna tienda de Londres
sacará a subasta mis corbatas
ni mis calzoncillos.
Mis memorias,
aunque no valdrán nunca nada,
son las únicas que tienen algunas noches
donde recuerdo mi nombre
tiritando de luz o de frío o de asma.

A pesar de todo las voy escribiendo,
poco a poco,
desde esta vida barata en la que habito,
desde esta vida vulgar, anodina, sorda,
que a mí me cuesta vivir
tanto
        como si
                    realmente
                                   mereciera la pena.



LO DIJO EL POLICÍA

Las memorias se venden bien, pero su precio oscila.
Depende de si guardan árboles, lagos, travesuras de infancia,
columpios o lunas, algo que se llamó ideales
y también amores, abuelas tiernas, huesos, frutas.
Sí: los sueños ya suben mucho, y sobre todo algunos.
Y para poco gasto tenemos las de algunos que sólo cuentan
tiempos perdidos y que a los sumo fingen
llagas de sombra con rostros de tarde o de tortuga.
Nada es. Pero alcanza a cualquier bolsillo.
Yo ya siempre lo había dicho: las memorias
de los poetas castrados
nunca valdrán un duro.

(Santiago Montobbio)



CAE EL SOL

Perdóname. No volverá a ocurrir.
Ahora quisiera
meditar, recogerme, olvidar: ser
hoja de olvido y soledad.
Hubiera sido necesario el viento
que esparce las escamas del otoño
con rumor y color.
Hubiera sido necesario el viento.

Hablo con humildad,
con la desilusión, la gratitud
de quien vivió de la limosna de la vida.
Con la tristeza de quien busca
una pobre verdad en que apoyarse y descansar.
La limosna fue hermosa -seres, sueños, sucesos, amor-,
don gratuito, porque nada merecí.

¡Y la verdad! ¡Y la verdad!
Buscada a golpes, en los seres,
hiriéndolos e hiriéndome;
hurgada en las palabras;
cavada en lo profundo de los hechos
-mínimos, gigantescos, qué más da:
después de todo, nadie sabe
qué es lo pequeño y qué lo enorme;
grande puede llamarse a una cereza
( "hoy se caen solas las cerezas",
me dijeron un día, y yo sé por qué fue ),
pequeño puede ser un monte,
el universo y el amor.

Se me había olvidado algo
que había sucedido.
Algo de lo que yo me arrepentía
o, tal vez, me jactaba.
Algo que debió ser de otra manera.
Algo que era importante
porque pertenecía a mi vida: era mi vida.
(Perdóname si considero importante mi vida:
es todo lo que tengo, lo que tuve;
hace ya mucho tiempo, yo la habría vivido
a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos,
colgado en el vacío,
sin esperanza.)

Pero se me ha borrado
la historia (la nostalgia)
y no tengo proyectos
para mañana, ni siquiera creo
que exista ese mañana (la esperanza).
Ando por el presente
y no vivo el presente
(la plenitud en el dolor y la alegría).
Parezco un desterrado
que ha olvidado hasta el nombre de su patria,
su situación precisa, los caminos
que conducen a ella.
Perdóname que necesite
averiguar su sitio exacto.

Y cuando sepa dónde la perdí,
quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale
tanto como la vida para mí, que es su sentido.
Y entonces, triste, pero firme,
perdóname, te ofreceré una vida
ya sin demonio ni alucinaciones.

(José Hierro, Libro de las alucinaciones, 1964)




2 comentarios:

  1. No valdrá, pero no está mal vivirla.
    Inventa una...que se venda bien:)

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  2. No valdrá, pero no está mal vivirla.
    Inventa una...que se venda bien:)

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