Ha sido un día fantástico, templado, suave. La tarde ha funcionado como una seda que va resbalando por tu piel desnuda y la noche está habitando en mí como madriguera confortable. Pero me siento triste, terriblemente triste, porque puede que el día de mañana no sea fantástico, que la tarde de mañana se me atranque en un par de palabras, que la noche de mañana me destierre hacia el ridículo.
Me ha tocado la lotería, ese tipo de sorteo que sólo toca una vez en la vida. Debería estar dando brincos, gritando histérico de alegría, abrazando a todo el que se cruza a mi paso. Tendría que tener una excitación impertinente y manchas diversas por debajo de las axilas de tanto soñar en lo que puedo hacer con el premio conseguido.
Pero me siento triste, terriblemente triste, porque puede que mañana no vuelva a tocarme la lotería, porque puede que me toque menos de lo que yo esperaba, porque puede que mañana me descubra rompiendo el boleto en añicos antes de mirar si está premiado o no.
Sí. Me lo han dicho: "te quiero". Con su compleja ortografía de incógnitas que no se despejan, con su antigua pronunciación de labios entumecidos por la historia que se les agolpa en la saliva. Y yo, debería tener el pecho repleto, los ojos redondos del placer acústico y las manos abiertas deseando constatar en base al deseo de los cuerpos todos los verbos que aun me quedan por emplear.
Pero me siento triste, terriblemente triste, porque tal vez mañana no me lo digan, no me lo repitan. Y si lo hicieran, tal vez haya un tic de desamor en el tono, una desaprobación camuflada en el acento, una desilusión escondida entre las dos palabras en cuestión.
Estoy terriblemente triste porque puede que mañana me digan, no ya lo contrario, que al fin y al cabo sería algo puro y sólido, sino nada, absolutamente nada. O, y esto sería mucho peor, que sólo me dijeran algo a medias, entre un sí y un no, sin descartarlo pero para que no me lo crea ni nadie dé nada por prometido.
Terriblemente triste, estoy escribiendo todo lo que puede que mañana no me suceda, concentrándome en lo negativo, dejando que se me escape la noche, la lotería, la declaración de amor y un par de poemas que quizás me hubieran bendecido si no estuviese tan terriblemente decidido a estar triste.
Tendré que acostarme pensando que quizás no duerma, que tal vez me lleguen pesadillas, que puede que alguna tormenta azote las persianas, que mañana saldrá todo mal y que puede hasta que llueva.
Si alguien me convenciera de que todo lo malo que ha ocurrido hoy puede que no ocurra mañana, sin que sirviera de precedente, me sentiría por una vez terriblemente alegre.
Alegre o triste, pero terriblemente. De ahora en adelante pido que siempre todo me sea terriblemente: inocente o culpable, turbio o puro, valiente o cobarde... Que todo me llegue terriblemente. Incluso, si alguna vez pudiera llegar a comprenderte del todo, quiero comprenderte terriblemente; terriblemente y no de ningún otro modo.
RESQUICIOS Y RESCOLDOS
Hay resquicios como encendidos rescoldos
y rescoldos que son presencias sinuosas
que cotidianamente nos habitan.
Viven en nosotros alimentándose de sí mismos,
de lo que fuimos, de lo que alguna vez
volveremos a ser, bueno o malo.
Sólo somos sus impávidos anfitriones,
incubadoras, matrices donde a veces van creciendo
y cuando en los resquicios los rescoldos
se inflaman, se ponen al vivo rojo,
en los rescoldos los resquicios se destemplan, se exacerban,
pueden salirse de madre.
Entonces hacemos cosas inauditas, acaso terrible:
y nadie nos conoce ya, ni nosotros mismos
nos reconocemos. Porque una sola masa informe,
magma atroz, puro caos, nos desquicia.
Porque ahora es antes y antes después y siempre,
y todo terriblemente diferente, porque todo
es turbio en su inexorable lógica expedita,
porque nada entendemos ya o tal vez demasiado,
y siempre, siempre hay consecuencias...
(Enrique Jaramillo Levi)
ESCRITURA
Afuera llueve
Tu mano escribe a mi lado un poema
Veo caer la lluvia
Los trazos emiten un sentido
En los charcos de la calle flotan palabras
Una lenta humedad de signos nos ciñe al respirar
Estoy empapado de ti cuando te leo
Somos ya una misma esencia
atrapada entre agua y escritura.
(Enrique Jaramillo Levi)
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