sábado, 25 de mayo de 2013

Vida hinchada

Decir espera es un crimen,
decir mañana es igual que matar.
LUIS E. AUTE

Esta noche me noto la vida hinchada y, cuando me la aprieto con las manos, se me quedan unos cercos blanquecinos alrededor de donde estuvieron los dedos.

Puede ser cosa de la circulación y el colesterol, o que tengo retención de sorpresas desagradables, o que empiezo a padecer alguna clase de artrosis emocional y urbana. Además, llevo todo el día con un cierto temblor en los pasos que doy, que me hace tener calor y frío alternativamente. Quizás tenga fiebre, la propia de esta destemplanza del mundo.

Me están saliendo unas manchas oscuras en el futuro que tienen muy mala pinta. La tarde se me ha pasado en un asma, la noche me está durando un reuma, los párpados se me vuelven obesos y una pústula me araña la imaginación.

Tengo el deseo lleno de erupciones, como pintitas rojas que, aunque no me duelen, me pican salvajemente, y estoy a un tris de dejarme la tentación y las uñas largas y rascarme el porvenir hasta hacerme sangre si es preciso.

Es un cierto mareo, una sensación de tornillos aflojándose en el estómago, una fractura abierta en el corazón desmantelado. Un cólico de indiferencia, un espasmo de desafectación asistida, una indolora luxación de la felicidad y de su ausencia.

Es esta lumbalgia infinita de no saber si encajar bien el golpe o perder la respiración y la alegría en el intento. Esta jaqueca rebelde del "qué le vamos a hacer", esta asfixia amarga del "vaya por dios" y el ahogo de un "cuánto lo siento".

El caso es que esta noche me siento fatal por no sentirme mal. Supongo que será porque hoy no se me ha muerto nadie, a nadie tengo en la UVI de un hospital y la vida que me noto hinchada, entumecida y todo, siempre sigue...





Yo le diría, amor, yo le diría
que no esté tan seguro de su abrazo,
tan fuerte de mi pena,
tan firme de mi lágrima.
Yo le diría, amor, que no me duela
con la certeza de tenerme tanto
porque yo sé también cómo te pierdes
sin un reproche, sin una palabra,
a veces, casi, casi con dulzura
y de pronto, no estás. y no está nada.
Yo le diría, amor, yo le diría
que no se sienta fuerte de mi llanto,
que la pasión se hunde
como arena en el agua;
que tenga miedo, amor, como yo tengo
de la noche sin alba,
de las hojas que aún parecen vivas
y ya no tienen savia,
de ese momento cuando se atraviesa
el borde del espanto,
del despertar sin recordar siquiera,
del límite entre el muro y la esperanza.
Yo le diría
que llegará una tarde sin mañana,
la tarde en que la lluvia sólo es
agua:
apenas una cosa entre las cosas.

Y tengo miedo, amor. Y estoy callada.

(Julia Prilutzky)

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