sábado, 4 de mayo de 2013

Confirmar el borrador

Estoy aquí liado, con la calculadora en una mano y el corazón en un hilo. ¿Me saldrá a pagar o a devolver?

La parte de las retribuciones no es que sea escasa, sino que me gustaría dar y tener mucho más. Bueno, ya se sabe, las crisis diversas, incluidas las de la edad. Nunca termino de acertar cuales son computables y cuales no.

¿Deducible? Jamás entenderé ese concepto porque, al fin y al cabo, somos intuición y, aunque muchas veces nos falla, las deducciones fallan exactamente igual. Gastos sí, muchos, aunque estaban en lo esperado. Afortunadamente, la saliva es barata y la tinta electrónica también. Los otros, los previstos y hechos con mucho gusto, no han sido tantos como hubiera querido tener.

No sé si lo computable tiene que ver con lo imputable o lo disputable, se parecen mucho las tres palabras. Digo yo que serán cosas del rendimiento neto, porque de bruto yo no tengo nada. Bueno, si acaso, un poco, sobre todo cuando me pongo a fantasear. Y es difícil de calcular esto del rendimiento, porque tiene su cuota estatal, del imponderable estado de las cosas, y su parte autonómica, de la autonomía de cada cual al valorarlo todo según su intrahistoria.

La base imponible es cero, porque adoro la libertad para dedicar el tiempo y no hay nada que imponer. En todo caso, un mínimo por contribuyente, porque si no se contribuye con dedicación, se está exento (según Ley 58/2003, Art 41, 42 y 43, apartado c) y siguientes) y no hay declaraciones que hacer.

El tipo medio lo tengo claro, todo el mundo sabe que lo soy, con mi cuota íntegra (más o menos reducida) y mi parte complementaria y liquidable de falta de sinceridad que, a veces, hay que someter a gravamen y reducirle la parte positiva del ahorro de malos ratos que pasar.

Lo de los donativos me pone malo. Odio esa palabra. Uno se entrega por gusto o no se entrega, ¡qué coño de donativos!

Recuerdo algunos intentos de autoliquidaciones antiguas, pero digo yo que ya habrán prescrito, nada de liquidar. Sublimar, sí, eso sí que lo intento siempre que puedo, pero no aparece en ninguna casilla. Tampoco, qué extraño, hay casilla para solidificar. Lo que sale aquí es lo de la deducción por la hipotética; pero mejor no pongo nada, que quién sabe lo que puede pasar.

La cuota líquida, bueno, por la parte autonómica hay de sobra, vamos, prácticamente todos los días. En cambio, la estatal es escasa, por las prisas, más que nada.

Ya sólo me queda resolver la cuota diferencial, pero el caso es que me encanta la diferencia. ¿Podríamos dejarla tal y como está? ¿Sí? Entonces ya tengo la declaración hecha.

Que conste que esto de tributar lo hago con alegría, con mucha alegría. Porque el amor, en lugar de un ejercicio de expectativas y memoria, debería ser siempre un borrador pendiente de confirmar.

Sólo me queda firmar electrónicamente el borrador y que me lo validen estos poemas.



AL FINAL

"Los ojos ven, el corazón presiente."
Octavio Paz

Que pocas cosas duelen. Digamos, por ejemplo,
que se puede no amar de repente y no duele.

Duele el amor si pasa
hirviendo por las venas.
Duele la soledad,
latigazo de hielo.

El desamor no duele. Es visita esperada.
No duele el desencanto. Es tan sólo algo incómodo.

Somos así, mortales
irremediablemente,
sin duda acostumbrados
a que todo termine.

(Irene Sánchez Carrón, Porque no somos dioses, 1998)


KNOCK-OUT

ella afirma que pertenece a la Iglesia Evangélica.
yo la creo.
me dice que debo unirme a su Iglesia.
toco su ronca boca y oigo su voz suave.
ahora intenta adivinar mi profesión:
¿eres marinero?
¿estás loco?
¿vendes cítaras?
yo no respondo.
vivo tan lejos de sus preguntas,
dentro de un corazón alquilado.
todas las mujeres son vuelos,
¿es ella un vuelo chárter
en un avión que se avería?
silbo mientras pienso la respuesta.
aquí no hay ventanas,
pero sé que llueve,
una lluvia triste como gallo sin cresta.
siempre agua,
jamás maná.


me dice que silbo descaradamente mal.
estamos en la cama casi desnudos

(yo aún llevo mi camiseta o mi coraza.
y una medalla tapa un círculo
de su piel).
algo hay entre mis dientes.
no sé qué es,
quizá un último billete.
quizá una declaración de amor disfrazada de billete de mil.
ella está evangelizándome,
me dice que debo unirme a su Iglesia.
busco calma en su extraña fe.
ella tiene tantas almas como un noble ruso,
no dejaré que me salve hoy.


mis garras acarician,
cuando me vaya de aquí
recobraré la felicidad de mis garras desgarrando la vida.
ella me mira,
yo numero sus lunares como antes numeré sus penas.
le digo que soy militar retirado con jugosa pensión,
finquita y Jaguar,
y ella me dice:
cierra la boca,
cielo,
yo soy una ciudad de chicas.

quiero amarla, quiero quererla.


pienso en otra mujer,
me destruía sentada en un bidé.
ya no pienso,
ya no.
cojo un cigarrillo,
y mi mechero abre su ojo de llama.
ella ve cómo fumo nuestra pobre pipa de la paz.


a las diez y cinco nos damos cuenta de que el Juego sobrevive.
  jugamos.
   la empujo
    y cae sobre la cama blanca como ermita.
      knock-out.

(Pedro Casariego)

4 comentarios:

  1. Hacienda somos todos. Sin duda.

    (Muy buena la selección de los dos poemas)

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  2. Hacienda somos todos. Sin duda.

    (Muy buena la selección de los dos poemas)

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  3. Je, genial.
    ¿Qué tal sienta esto de tributar todos los años?

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  4. Je, genial.
    ¿Qué tal sienta esto de tributar todos los años?

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