¿Por qué ayer sí y hoy no? Sé que hay doce razones para todo.
Escribo aquí por la soberbia de creer que puedo, por la vanidad de parecerte más listo de lo que soy, por el egoísmo de tenerte pendiente de mis letras. Escribo por el entusiasmo de un reto, por la envidia de los que son capaces de explicar todo con el detalle suficiente para ser entendidos. Escribo para no sentirme solo.
Por la alegría de que me lo hayas pedido, contra la inconsciencia de los efectos secundarios, por si te cambia la vida sin que lo sepas. Escribo por el placer, para añadir coquetería a mi vida, con el atrevimiento de la ignorancia más supina. Y la última, es que escribo porque quiero.
Del mismo modo que deseo por otras doce razones consecutivas, aparentemente distintas, pero muy similares, a las doce por las que quiero, a las doce por las que me siento vivo, a las doce por las que me levanto cada mañana, a las doce por las que canto bajito algunos boleros.
Sé que hay doce razones para todo. Pero -y de esto me acabo de dar cuenta mientras pensaba en las doce razones necesarias para escribir este encargo-, del mismo modo, por la misma razón, sé que también hay siempre doce razones para lo contrario.
Que, además, podrían ser exactamente las mismas sólo que, quizás, con la botella más medio vacía. Y entonces, quizás podría no haber escrito este texto por la soberbia de creer que no puedo, por la vanidad de parecerte más discreto al callar como si supiera de un secreto, por la enorme retahíla de etcéteras que antes puse a favor...
Si la vida se analiza, uno encuentra doce razones para todo, doce para lo contrario, doce para festejar cualquier error, doce para fastidiar el mayor de los aciertos. Pero si se analiza la vida, deja de ser vida y se convierte en un puro razonamiento confuso.
Hay doce razones para todo y para todo lo contrario. Pero la cuestión verdaderamente importante es que yo he elegido escribir.
Hoy sí.
COREOGRAFÍAPara mí amigo Carlos Cortés
En fin
que no he vivido nada.
No sé qué cosa es una guerra
y tengo como prisión al cuerpo
y alma como campo de batalla.
Me debato entre la duda
de reflexionar o fluir;
esto es situarse en el palco de los espectadores,
o estar
en cada íntimo instante del milagro.
Vivo de pedacitos,
pero aspiro a la totalidad,
es decir a Mozart y al poema que me redima
y me revele los espacios absolutos
y la nada.
Percibo de mí
los sitios más secretos:
la culpa,
una tercera conciencia de las cosas,
la dualidad del pensamiento,
la ira pequeña
por lo que ya ocurrió.
Pero he vivido poco. Treinta años.
Dos amores de piel
y un querer abandonar
esta espera que me señala la vida.
Anhelo la anarquía,
el más tierno desorden del amor,
la cábala
los relojes de arena y una habitación sencilla.
Quiero tener un destino trazado de antemano,
encontrarme con Dios
y los abismos
y no tener conciencia de la llama.
Ser la llama misma y la aventura.
Pero vengo de soledades últimas,
de conversaciones que nunca concluyeron,
de espejos que me miraron desde la infancia hasta ahora,
de abandonados armarios de caoba que fueron
de tías o de abuelas remotísimas.
Cuán poco he vivido.
No conozco la guerra. Y tampoco la paz.
Me duele la orfandad,
el desarraigo,
el sentirme extranjera en cualquier sitio,
el no pertenecer
a una familia o a una patria.
No puedo narrar una batalla;
ni hablar del hambre y de la peste,
ni escribir la canción de algún soldado herido,
ni hablar de mujer violada,
ni decir cómo es un cementerio después de una llovizna.
Pero anhelo decir en el poema
que la vida me conmueve,
que respiro mejor cuando me entrego,
que necesito amar de la manera más simple y primitiva.
Me gusta la paz y la defiendo
y la guerra cuando es justa,
y el sabor de las mandarinas cuando llega el verano,
que me gusta ser una y arraigarme en el cosmos,
y sentir que mi vida palpita al mismo tiempo que la vida,
aunque no haya vivido,
aunque mi hambre sea de infinito,
aunque no sepa expresar
que por alguna razón precisa estoy aquí,
a punto de vencer,
a punto de morir,
de vivir.
(Mía Gallegos)
:) :) :) :) :) :) :) :) :) :) :) :) Una docena.
ResponderEliminarDemostrado que no soy un robot. Ya quisiéramos.
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