de las de creerse el final de los cuentos,
envuelta en una chaqueta
de abrígate si vas a salir.
Se dejo caer con su nombre
puesto en el pecho,
con sus botas de ya estoy aquí,
con su falda de clavarme
los ojos en el anzuelo
y sus pestañas de reír.
Se dejó caer con su voz
de acércate más que no te oigo,
con los ojos entreabiertos
de quiero seguir en este sueño,
con sus labios crudos y tiernos
de pruébame de sal.
Se dejó caer con un abrazo
de los de no quiero irme,
con un beso desmemoriado
de los de ya no me acuerdo
lo que tenía que decirte.
Se dejó caer con un braille en el pecho
de pasa primero los dedos
y después me dices lo que pone,
se dejó caer para que traerme
una tarde, una rosa y aire nuevo.
Y se fue diciendo
que nunca toma café.
Tú crees en el ron del café, en los presagios,
y crees en el juego;
yo no creo más que en tus ojos azulados.
Tú crees en los cuentos de hadas, en los días
nefastos y en los sueños;
yo creo solamente en tus bellas mentiras.
Tú crees en un vago y quimérico Dios,
o en un santo especial,
y, para curar males, en alguna oración.
Mas yo creo en las horas azules y rosadas
que tú a mí me procuras
y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.
Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí,
que en todo lo que yo creo
sólo vivo para ti.
(Paul Verlaine, versión de Luis Garnier)
:) :) :)
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