miércoles, 10 de abril de 2013

Ya veremos

Porque, al fin y al cabo, aún esperamos llegar a mañana, ya veremos.

Los desajustes estacionales en el tiempo de los sueños, las disidencias de los cuerpos y algún que otro problema de tensión contra la caldera, son preocupantes, pero ya veremos.

En mitad del desfile multitudinario, "¡cuánto hace que no nos vemos!", quise huir, lo confieso. Me detuvo mi pragmática forma de entender el desaliento y un no saber hacia dónde; aunque, bueno, ya veremos.

Un mismo silencio sostenido puede ser lúgubre y convertirse en frío antes de llegar a ser enérgico. El día ha ido perdiendo los minutos poco a poco por algún hueco que no he podido cerrar por mucho que he apretado los puños. Mañana posiblemente suceda igual, pero ya veremos.

Extender hacia el futuro la solución y los problemas, con esa especie de resignación amarga que otorga ser testigos del dolor ajeno y no poder hacer nada. Un envoltorio frágil para la esperanza del fondo del armario, una difícil pirueta de los sueños sobre la realidad, un inexacto cálculo temporal sobre los sucesos. Y, bueno, lo dicho, que ya veremos.

Mañana ya veremos, es un mantra que dibuja con arena sobre el desierto. Es la idea de un salto que se gesta en el corazón. El espacio que separa la utopía del horizonte. Sí. Ya veremos.

Aunque lo cierto es que, ahora que ya casi se acaba hoy, lo cierto es que no hemos visto.

Pero ya veremos.




DESTIEMPO

Nuestro entusiasmo alentaba a estos días que corren
entre la multitud de la igualdad de los días.
Nuestra debilidad cifraba en ellos
nuestra última esperanza.
Pensábamos y el tiempo que no tendría precio
se nos iba pasando pobremente
y estos son, pues, los años venideros.

Todo lo íbamos a resolver ahora.
Teníamos la vida por delante.
Lo mejor era no precipitarse.

(Enrique Lihn)

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