domingo, 24 de agosto de 2014

Lucy

A este humanoide no puede negársele el ingenio desplegado. Usando tan sólo el 10% de su capacidad cerebral ha conseguido, a través de las generaciones sucesivas, extenderse como un virus por todo el planeta y dejar su huella.

Lenguaje, arte, música, pirámides altísimas, puentes infinitos, destrucciones masivas... De aquella primera célula han venido después la Madre Teresa de Calcuta y Hitler, Atila y Maradona, la miseria y la ostentación. Hemos conseguido insertar la crueldad entre la ternura con tan buenos resultados que ya ninguna de las dos nos conmueve.

¿Qué pasaría si fuesemos capaces de emplear más porcentaje de nuestro cerebro? No conozco a nadie que no quisiera saber más de lo que sabe, nos vibra por dentro una pulsión que nos empuja a anticipar, a analizar, a resolver lo que nos resulta extraño o ilógico.

Nos aventuramos permanentemente a predecir el futuro y a novelar el pasado. Si volviera con mi ex, se arreglarían todos mis problemas, si me hubiera ido aquel verano, la vida habría seguido tan bien como estaba, ¿hará buen día para ir de playa?, ¿por qué me dejó de un día para otro?

La verdad nos hará libres y el saber no ocupa lugar, aunque yo me pregunto que si la esposa engañada (qué frágil es el amor cuando el polvo lo ensucia) que anuncia en facebook sus dudas y abre la posibilidad del perdón, no habría preferido no saber, no tener certeza ni indicios de lo que se cocía a sus espaldas. No, no siempre estamos preparados para saber lo que no sabemos y nunca conseguiremos estar dispuestos a ignorar lo que ignoramos.

No sé si, al comenzar a emplear más cerebro, todos empezaríamos por donde empezó ella: matar y dar las gracias. Lo que nos hace humanos, yo también así lo entiendo, no es el conocimiento, sino la emoción, lo primitivo. Cuando se deja de sentir dolor, miedo, afecto, hambre o frío, uno deja de ser humano para ser otra cosa. Ella, ¿se ha fijado alguien?, no ríe en toda la película, no se siente contenta de saber, y usa su única sonrisa como herramienta para matar y huir.

Transmitir lo que uno sabe puede ser el sentido de la vida, acumular conocimiento para la próxima generación, huir hacia adelante. O quizás no, quizás la vida no sea el problema que hay que resolver, sino la posibilidad de resolver algún problema.

La ignorancia es la fuerza, decía Orwell, y Miguél Hernández, con voz de Serrat, añadía que solo vale la pena vivir para vivir. Ella, Lucy, alcanzó el 100% de su capacidad justo a tiempo, desapareció como por arte de magia y, cuando el policía herido preguntó por su paradero, el mensaje del móvil respondió: "estoy en todas partes".

Y no sé yo si estar en todas partes es estar vivo, y no sé yo si estar en todas partes es ser feliz. Quizás no importe ninguna de las dos cosas, como seguro que tampoco importa demasiado que yo siempre me imagine a Lucy en el cielo, con diamantes.


El peligro de la esperanza

Es justo allí
a mitad de camino entre
el huerto desnudo
y el huerto verde,
cuando las ramas están a punto
de estallar en flor,
en rosa y blanco,
que tememos lo peor.

Pues no hay región
que a cualquier precio
no elija ese tiempo
para una noche de escarcha.

(Robert Frost)


Todos los días

Ya no se declara la guerra,
se prosigue. Lo inconcebible
se ha hecho cotidiano. El héroe
permanece alejado de los combatientes. El débil
ha avanzado hasta las zonas de fuego.
El uniforme de diario es la paciencia,
la condecoración, la mísera estrella
de la esperanza sobre el corazón.

Se concede
cuando ya no pasa nada,
cuando el fuego nutrido ha enmudecido,
cuando el enemigo se ha hecho invisible,
y la sombra del armamento eterno
oscurece el cielo.

Se concede
por abandonar las banderas,
por el valor ante el amigo,
por revelar secretos indignos
y desacatar
toda orden.

(Ingeborg Bachmann)

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