Aparentemente, la idea es brillante, tentadora. Tanto, que me he quedado pensando en ella.
Envejecer hasta los ochenta y tomarse la vida como un juego de equipo en el que sólo hay que pasar la pelota sin mirar a la canasta. Ni botarla, no nos vaya a rebotar luego. Mirar desde la ventanilla del tren el mundo como una panorámica.
Abrirse los chacras con una imposición de manos descreída, aplicarse una fina capa de metacrilato y dejarse rodar por las escaleras. Y si toca bailar, se baila. Y si no toca, pues no se baila.
Pasarse un paño levemente humedecido para apartar el polvo y tener visión de primera fila en el tercer acto de la obra, pero sin voz. Endurecer el oído a base de agua oxigenada y acolcharse el corazón entre capas de poliuretano.
No hiperventilar, no rebelarse, no meterse en líos. Terminar los que ya se han emprendido --por aquello de no perder el nobel de la responsabilidad tantas veces merecido--, y no maquinar ilusiones a terceros, ni siquiera para aquellos cuya póliza siga vigente.
La idea es muy tentadora: en lugar de desvivirse, inhibirse. En vez de hundirse en cada sinvivir de los que nos vienen llovidos del porvenir, habituarse a un convivir tibio con la conformidad. Como un dejarse llover a cubierto, como un prescindir del delirio cuando se anda muerto de sensatez. Brillante estrategia, sin duda.
Y, sin embargo, a pesar de todas las ventajas... No sé... No termino de verlo.
Será que veo demasiado largo el huerto que me queda por cavar y me parecen pocas lágrimas para tanto riego. Será que mirarme en un sólo espejo me parece una cárcel sin barrotes. Será que una única brújula es poco equipaje para un viaje sideral.
¡Quizás si fuese obligatorio para todos! Pero es que también hay fuegos que apagar allá por donde vamos pasando, y se acercan vecinos con sótanos inundados que nos obligan a retorcer las mantas. También vienen -y esas son las que más me cuestan- despedidas pendientes de tramitar que te dejan sin palabras.
No lo veo... Pero no me hagas caso porque, desde que huí del invernadero, tengo el termostato roto. Será este recorrer los bares sin parar de encontrar vasos tan medio vacíos y medio llenos que me dejan intacta la sed.
Será que me extraña querer romper mi metacrilato delante de quien quiere envolverse en uno. Será que ya he entendido que no saldré vivo del laberinto. Será que estar solo no es mi país definitivo, aunque acabará siendo mi mausoleo.
En fin, que no lo veo y que tampoco sé explicarme mejor. Decirte, solamente, que para ese viaje concreto no cuentes conmigo.
Supongo que --ahora que leo todo junto mi alegato--, estoy exagerando un poco. Pero es que voy aprendiendo, quizás demasiado lentamente, que es de eso de lo que se trata.
Supongo que --ahora que leo todo junto mi alegato--, estoy exagerando un poco. Pero es que voy aprendiendo, quizás demasiado lentamente, que es de eso de lo que se trata.
Vals de aniversario
Nada hay tan dulce como una habitación
para dos, cuando ya no nos queremos demasiado,
fuera de la ciudad, en un hotel tranquilo,
y parejas dudosas y algún niño con ganglios,
si no es esta ligera sensación
de irrealidad. Algo como el verano
en casa de mis padres, hace tiempo,
como viajes en tren por la noche. Te llamo
para decir que no te digo nada
que tú ya no conozcas, o si acaso
para besarte vagamente
los mismos labios.
Has dejado el balcón.
Ha oscurecido el cuarto
mientras que nos miramos tiernamente,
incómodos de no sentir el peso de tres años.
Todo es igual, parece
que no fue ayer. Y este sabor nostálgico,
que los silencios ponen en la boca,
posiblemente induce a equivocarnos
en nuestros sentimientos. Pero no
sin alguna reserva, porque por debajo
algo tira más fuerte y es (para decirlo
quizá de un modo menos inexacto)
difícil recordar que nos queremos,
si no es con cierta imprecisión, y el sábado,
que es hoy, queda tan cerca
de ayer a última hora y de pasado
mañana
por la mañana...
(Jaime Gil de Biedma)
Happy ending
Aunque la noche, conmigo,
no la duermas ya,
sólo el azar nos dirá
si es definitivo.
Que aunque el gusto nunca más
vuelve a ser el mismo,
en la vida los olvidos
no suelen durar.
(Jaime Gil de Biedma)
Suertes
Azar no es arrojar una moneda al aire.
Ni siquiera esperar el cara o cruz..
Azar es atrapar la moneda en el aire
y huir sin dejar rastro.
(Jorge Boccanera)
Deberías escribirle canciones a Ismael Serrano...Bah, si yo compusiera música (nunca llegué a hacerlo como se debe, a pesar de que toco el piano), te pido esta letra. Yo no sé qué escribir por comentario porque vas a decir que estoy exagerando...pero me encantó!
ResponderEliminarSí, exageras... ;)
EliminarYo nunca viví en un invernadero.
ResponderEliminarMe gustaba la intensidad de lo blanco y lo negro. Y en esas estaba cuando alguien me decía que dentro del mismo no se está ni bien ni mal. Que es lo que se conoce y por tanto es lo que se acepta.
No sé yo, si podré vivir dentro.
Ya conozco lo otro. Y no sería algo natural. Todo lo contrario, sería una elección difícil. De esas que tomas para que con el autocastigo los mundos dejen de hacerlo.
Me he propuesto tantas veces cosas que no deseo para retar a mi yo ingenuo!!!!
Termino pasándolo mal...pero salgo más fuerte.
Más dura.
Insensible...sí, eso quiero en este momento.
Hoy es el fin del mundo, ya no importa nada. Obama y el Papa se ocultarán en un bunker antiatómico, mientras el meteorito choca contra la tierra. Insensibles nos vamos a quedar todos.
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