miércoles, 19 de marzo de 2014

Psicoanalizar lo escrito

Nadie es completamente libre, nunca. Lo entiendo, lo comparto, incluso, me parece lógico y sensato. La libertad es una falta de conciencia, un derroche de ingenuidad, que necesitamos tanto como el aire.

Lo contrario no es sentirse esclavo, sino vigilado. Si hay que meditar cada palabra que se escribe en función del efecto impredecible que puede causar, la tinta se seca, se resquebraja dentro del bolígrafo, y cuando por fin se posa sobre el papel inmaculado, no quiere salir.

Si cada sueño requiere una explicación, mejor no soñar. Si cada cuento necesita una moraleja, mejor no contar. Si cada verso es oprimido por su rima, por su métrica, por su metáfora, entonces habrá que dejar que se muera la poesía.

Yo no podría, nadie, resistir un sicoanálisis estricto y continuo, sin pedir a gritos que me encerrasen bajo muchas llaves en un manicomio.

Claro que es vanidad hablar de mí mismo, de ti, pero es una vanidad necesaria. Claro que hay alfileres dispuestos a pinchar en los dedos de quien quiera apretar el devenir de los renglones.

Pero ni es vanidad lo escrito, ni de alfileres está hecho el material de los sueños con que escribo.

No es psicoanálisis lo que persigo, no es herrumbe lo que propongo. Sino exorcismo.



HUECOGRABADO

Igual que no es ningún genio quien sospecha
que la lentitud venenosa de un otoño
tiene por testigo final a cualquier calle
la tinta de este papel también es la tinta última
y en la improbable forma con que consiga
abrazarme a su mentira jamás podrá
ser más cierta la vida. Pues no
porque se repitan hasta la fatiga
dejo de saber que mis poemas no son más
que los retratos de unos penúltimos suicidios,
el puño que si se abre todas las llagas
de la sombra tiene y también el corazón que suspira
por la sigilosa huida que se transfigura en las ventanas.
Que juntos quizá forman un instante solo y tenso
en lo rojo o en la noche, un pobre tiempo fiero
en el que el corazón aprieta y muerde para que después
la vida se descanse y con igual tristeza
retome mi cintura; instantes de derrotas
y de muros, desangelados arañazos o torpes ensayos
que con insistente timidez anuncian despedidas
estos mis ocres versos en silencio sabedores
de que si de la noche salgo no estoy
en ningún sitio.

(Santiago Montobbio)

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