Escribir como terapia. Porque le he robado los novillos a mi suegro y me he liado con la becaria y me he acostado con mi cuñada y le he destrozado la vida a Marga.
Escribir como terapia contra las cosas que no pasan. Soñar en renglones derechitos para ir relatando lo torcido de los pasos, lo tortuoso del camino.
Porque hay cosas que no se hablan con una madre, hay cosas que no se avisan, hay verdades que sólo son enajenadas y transitorias.
Escribir como terapia, Eduard, porque tienes que madurar y dejar de evitar el conflicto que tienes enfrente. Tapar una mentira con otra no funciona, no sirve para nada echar en la hoguera las puertas y las ventanas.
Porque no es lo mismo no querer que no poder y mírame ahora estremecerme y fumar con mi vida veterinaria y rota por los sueños.
Escribir como terapia para no sufrir la escena del sillón vacío y reírse de las propias mentiras. Escribir como terapia para no dar un grito y pedir auxilio antes del naufragio final.
Porque gritar... Espera, sí, eso es, Eduard, eso es, pero deja que antes me eche un poco de agua en la cara. Gritar, abrir los pulmones, soltar el aire de golpe, dejar salir las lágrimas. Nada de escribir como terapia.
Es curioso, precísamente tú, a quien no conozco de nada, eres quien más me ha ayudado. Supongo que desde fuera todo se ve más sencillo.
Gritar como terapia. Y dejar de escribir.
CUANDO SUBES A LAS ALTURAS
Cuando subes a las alturas,
Te grito al oído:
Estamos mezclados al gran mal de la tierra.
Siempre me siento extraño.
Apenas
Sobrevivo
Al pánico de las noches.
Loba dentro de mí, desconocida,
Somos huéspedes en la colina del ensueño,
El sitio amado por los pobres;
Ellos
Han descendido con la aparición
Del sol,
Hasta humedecerme con muchas rosas,
Y yo he conquistado el ridículo
Con mi ternura,
Escuchando al corazón.
(Juan Sánchez Pélaez, Animal de costumbre, 1959)
NO ESTÁS CONMIGO
No estás conmigo. Ignoro tu imagen. No pueblo tu gran olvido.
Pasarán los años. Un rapto sin control como la dicha
habrá en el sur.
Con la riqueza mágica del encuentro, vuelve hasta mí,
sube tu silencioso fervor,
tu súplica por los viajes,
tu noche y tu mediodía.
Apareces.
Tu órbita desafía toda distancia.
Entonces, para iluminar el presente, tú y yo acariciamos
la llaga de nuestro antiguo amor.
(Juan Sánchez Pélaez, Animal de costumbre, 1959)
Uf...ya iba siendo hora!!! Esto significa que estás vivo literariamente hablando. Enhorabuena.
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