sábado, 21 de diciembre de 2013

Mientras esperamos que ocurra

El segundo anterior siempre es el decisivo.
La víspera nos atrapa
con su inquietud y su temblor.
Porque mientras esperamos que ocurra,
cualquier milagro es posible.

De eso está hecha la vida,
de una imprevista materia oscura
que resplandece justo antes de apagarse,
de la larga espera continua
de todo lo que nunca conseguiremos retener
más que un instante.

Porque la realidad
solo encandila antes de serlo
y después pasa liviana
por entre los dedos
sin dejar más que ceniza.
Porque no sabemos
lo que nos espera a la vuelta de la esquina,
paseamos la esperanza por las aceras,
contra el viento más frío, o la reservamos, amodorrada,
entre los cojines de ese sofá
que sin ti está vacío.

Una llamada solo es un pasatiempo
si no descuelga el auricular la incertidumbre,
la decepción está hecha con la cera
que se va derritiendo mientras la llama que encendimos
brilla estrepitosamente,
el éxtasis sólo es posible
hasta que aprendemos a calcular el estupor.

Si supiéramos, y digo saber profundamente,
como sabe de aire un pájaro suicida,
si supiéramos que detrás de la puerta que se ansía
no hay sino otra igual y también cerrada,
preferiríamos huir inmaculados
hacia donde ya nada pueda esperarse.

Encender la vela
es condenarnos a la oscuridad venidera,
soñar en voz alta
es emprender el camino de la decepción.
Amar es la primera zancada
hacia no consumar el acto,
anunciar una sorpresa es matarla
-y hay tanto asesino suelto,
sobre todo en estas fechas.

Asumamos entonces la lágrima
que sólo puede enjugar la siguiente.
Y sigamos adelante sin mirar atrás,
muy muy despacio,
para que tarde en deshacerse el lazo
y en rasgarse el papel brillante.

Porque toda ilusión conduce al desengaño,
elijamos ir resfriados, distraídos, espesos,
por caminos largos, muy largos,
interminables.




GENERACIÓN ESPONTÁNEA

Este día nublado invita al odio,
predispone a estar triste sin motivo,
a insistir por capricho en el dolor.
Y sin embargo el viento, y esta lluvia,
suenan hoy en mi alma de una forma
que a mí mismo me asombra, y hallo paz
en las cosas que ayer me perturbaban,
y hasta el negro del cielo me parece
un hermoso color.

Cuando no soportamos la tristeza,
a menudo nos salva una alegría
que nace de sí misma sin motivo,
y esa dicha es tan rara, y es tan pura,
como la flor que crece sobre el agua:
sin raíz ni cuidados que atenúen
nuestro limpio estupor.

(Vicente Gallego)

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